martes, 30 de octubre de 2012

¿Cuál es tu historia? #Vínculos










"Cuéntase también que apretándole su madre a que se casase, respondió que todavía era temprano; y que pasados algunos años, urgiendo su madre con mayores instancias, dijo que ya era tarde"
Diógenes Laercio, anécdota sobre la soltería de Tales de Mileto

EL INCESTO
César informa que, antes de cruzar el Rubicón y marchar sobre Roma, soñó que cohabitaba con su madre. Como es sabido, los desaforados senadores que terminaron  con César a golpes de puñal, no lograron impedir lo que estaba dispuesto por los dioses. Porque la Ciudad quedó preñada del Amo («hijo de Rómulo y descendiente de Afrodita»), y el prodigioso retoño pronto fue el Imperio Romano.
Rodericus Bartius, Los que son números y los que no lo son (1964)
En Libro de sueños, J.L.Borges.







Se sienten solas y rotas. Despedazadas por la obligación de no tener que perder de vista el abismo de las conveniencias. Días, meses, años de quebranto en el que exageran sus sentimientos y sus debilidades; anhelan visitas y situaciones ajenas; recuerdan vicios y noches vacías. Y los chicos a esa edad son insaciables. Quítese el atrapasueños del coño, dijo el del trastorno de Tourette. Indomables vínculos, y olvide aquí la cronología pues deben de conciliar conmigo que el tiempo acusa, justifica, el placer desencadenado por el sexo indócil y perturbador.

Priett se va de viaje por el cielo sin saber que existe el universo ni qué clase de merluza es eso. Ansía encontrar a su tía en algún hueco a la diestra y poder follarla. Su nave espacial es una lavadora serie A sin contra centrifugado. Viaja seco, con ocho kilos de marijuana mejicana, sesenta y nueve adminículos para propiciar rápidas sensaciones placenteras y su mascota Patrizia, una cría de elefanta que no se olvida de crecer.

El inquietante paroxismo del sentimiento prohibido. La intensidad del deseo finisecular: incesante durante años, la vida entera. Después de un tiempo lato y oscuro (perdurado en el abismo en el que ella se adentró desde aquel mediodía en la cocina de su antigua casa), se encuentran en la calle del sol deshonesto y ella le invita a comer un domingo en su nuevo apartamento. El símbolo de su renacer de las cenizas, la manera lógica de encauzar el rejuvenecimiento del corazón, crear el movimiento de vida que las nuevas partículas químicas de la mente frenéticamente provocaban; atrayendo la bruma que hace olvidar el quebranto, a la desolación ocasionada por un suceso grave en otro movimiento visceral de esa misma vida. Follar en el cuarto del baño. Buscar el momento para ir a bañarse estando el otro en casa, a solas los dos. El chico lo sabe y sentado en el sofá rojo se saca la polla, saca el capullo fuera de la piel estirándola fuerte hacia detrás hasta hacerse un poco de daño, el suficiente para enervar, como locas con vida, las venas de su enhiesta polla. No aguanta más y deseando verla desnuda abre la puerta del baño sin previo aviso ni llamada. Ella grita de sorpresa sentada en la bañera mientras se cubre las sustanciosas tetas con el brazo y una abierta recogedora mano izquierda dejando un hinchado pezón colgando del antebrazo a la vez que saca tres dedos de su coño inundado que continúa manteniendo fuera del agua arqueando la espalda en un gemido de gata joven. Dudas. Se retira diciendo que se marcha, que se queda sola en la casa; que tenía que decirle eso, que tuvo que abrir... Cierra la puerta temblando. Pero Magda le pide que abra de nuevo. Le exige que pase y que cierre tras de él. Palpitando, empalmado. Ella está de pie dentro de la bañera con la toalla cubriéndole el cuerpo desnudo. La mira de arriba abajo. Piensa que debería de sacarse la polla para que se la vea. Lleva algunos años sin chupar una buena polla (sin sentirla, desde la noche en la que se besaron, él sabe cabalmente que ella le está esperando); entonces ella con el corazón embravecido parlotea de que recoja la ropa interior que tenía colgada detrás de la puerta y que ha derramado por el suelo de cerámica azul. Unas bragas, las medias con banda a medio muslo, un sujetador de encajes blancos… la recoge con la polla retorciéndose dentro del pantalón. Al erguirse le pregunta si quiere que cuelgue también la toalla que la cubre. Le contesta que no, que ella la colgará cuando se vaya. No le importa nada, le vuelve a repetir que mejor que se la entregue a él. No se la da, se resiste. Su resistencia es húmeda. Por primera vez se miran a los ojos. Ahora le moja las piernas el flujo que no es capaz de retener en su vagina. Empapada, con la mente vibrándole no advierte de que él agarra la toalla con suavidad y ella va cediendo. Primero un poco, hasta la demarcación de la frontera de sus tetas. El timbre de los pezones… pero ella no puede permitir esto, perdió ese hábito libre de desnudarse delante de un hombre. No está bien todo esto, reflexiona dentro de sus purgas, pero desea que le parta el coño humedecido, lo suplica en cada sueño.

Y sueña con este hombre desde que éste era un niño. La primera vez que se acostaron juntos el muchacho tendría 16 años, 15. Ella sintió que inmediatos en la cama él la rozaba excitado. Se mordió los labios con fuerza, se contrajo, pero le fue imposible vencer al deseo, al nuevo juego. Putoncísima giró su cuerpo insinuantemente invitándole a respirar sobre sus tetas, ya pegado a su espalda, a que pasara una pierna entre las suyas hasta dejarle la rodilla encajada estrujando su clítoris. No durmieron en toda la noche. Y se tocaban fingiendo que dormían. Antes del amanecer ella contoneó de nuevo el cuerpo, ahora sobre su costado derecho hasta dejar su culo rozando la polla enorme y dura, y él la llevaba a correrse acariciándole las tetas con su mano mientras su polla entraba entre sus bragas y la restregaba por su culo entreabierto, lubricado por el fluido derramado a borbotones por la vulva concupiscente, cimbreante; conteniéndose bajaba para hincarla entre sus piernas hasta rozarle, desde detrás, la entrada de su coño. No la penetró. Dejó libre sus tetas y torneándose se las plantó en la boca. El chico mamaba durante horas como un niño grande con dientes afilados y con la polla entre sus piernas sublimaban el choque jadeante de los pubis. Ella le estrujaba los huevos con fuerza hasta derramar toda su leche sobre el clito enrojecido, vibrando enloquecido fuera del prepucio. Se besaron por primera vez en la boca, cálido, lujuriosamente, prohibido. Así amaneció una nueva y deliciosa relación no permitida; no lo dudes, sí subvertida y perversa en un deseo irrefrenable.

La ráfaga de viento le hizo mirar inquieto a su alrededor con la necesidad de captar un mensaje con voz de cuervo diluido en el aire, alguna circunstancia ocurrida lejos; los ojos anublados en una reflexión dubitativa, aturdido quizás por el calor que escapa del desierto y que guía al viento. El olor de la ciudad le embargó el alma sacándole de ese estado cataléptico. Reflexionar ahora sobre la decisión que asumió en lo concerniente a su destino mientras subía los peldaños de la escalera de dos en dos hasta la puerta de su apartamento en el centro de la ciudad, reproducir el olvido, le engendraba estremecimientos deshonestos. Habían pasado quince años y el judas-designio empezaba a fabricar ansiosas y herméticas imágenes enmarañadas a los trémulos zumbidos corporales que dos renglones más arriba seguían siendo muy poco honestos amenazando en convirtiéndose en una bomba de asquerosa y cargante inestabilidad. De nuevo intentaba eludir ese compromiso aletargado durante tanto tiempo, sin embargo, sin poder evitarlo, volvía a su cabeza la idea de que enfrentarse a su pasado era inevitable. La voz dentro del viento le gritaba con certeza que en la noche algo extraordinario había ocurrido… ¿tantos años y hasta entonces ella no había fornicado? La sangre empezó a latir debajo de las venas. Un miedo moro le hizo recular al entrar en su casa. Retrocedió y salió de nuevo a la alameda, echó a andar calle abajo, miró al imperturbable cielo metálico y se perdió en sus adentros. Podría dar irrebatibles explicaciones de su decisión. Rumió vigoroso, intentando proyectar alguna virtud sepultada en una dendrita para poder romper el vicio concéntrico e invulnerable con el que carga las cabras a uno la atormentada realidad. Pero se mentía así mismo como sólo un zorro ladino sabe jugársela a las gallinas. ¿Qué argumentos conseguiría evidenciar ante sus hijos? ¿Y ante la proximidad turbadora de Magdalena? Vagabundeó por el discurrir de calles que forman la kasbah hasta llegar a la calle Sania, frente al puerto; la nostalgia hizo que mirase por primera vez hacia el norte en todos aquellos años, a la otra orilla del trozo de mar. Se juzgó como Malaparte abandonando Sodoma, pero distinguía que ya era demasiado tarde para muchas cosas, para todo lo que dejó atrás. Se acomodó la rodilla izquierda bajo las piernas y como el viento, voló lejos de su anterior vida. Demasiado tarde, finiquitó. Nunca volvería, le habrían olvidado, dado por muerto y además aquí tenía una familia que le necesitaba. Resolvió que su pasado continuaba siendo evitable, que debía de arrinconarlo junto a los demás demonios del subsuelo para poder sobrevivir; y con la mirada perdida en un velero donde ondeaba una desgarrada bandera tricolor francesa dejó de escuchar los graznidos de aquel viento. Desanduvo el vagabundeo, resistió con su temperamento de camaleón pálido los pormenores de su vida  y entró en su casa como siempre.

Cierta vez, quizá un año después de aquella novicia noche de fricciones clandestinas, en otro día envuelto de un manto de luz de primavera atlántica en el cual sabían que nadie les molestaría, él desplegó en su cara (ella erizada por su presencia, condescendida) una revista pornográfica que advirtió haberle encontrado a su hijo en su cuarto. Vio la polla de aquel negro entrando en el coño blanco de una chica francesa y no pudo contener sus palpitaciones vaginales, temblando sobre sus pies en la cocina blanca, hasta correrse con cada página. Le dijo que la apartara, que estaba haciendo la comida y no quería ver más aquello. Con un leve toque con la palma de la mano la retiró de su vista. Pero antes de que éste saliera de la cocina, le pidió que le dejara ver de nuevo, hizo una pregunta tonta y pidió que pasara otra vez las hojas de la revista; miró todas aquellas páginas desbordada por el dolor del deleite con el roce continúo de su brazo desnudo contra el del chico, con su olor corporal de hombre caliente, mientras rasuraba unos pequeños calabacines. Tuvo que contenerse, mirarle de soslayo y lascivamente dejarle vivir por el mundo. Y se masturbó durante su inmemorial hundimiento, en el frío de la decadencia de los días, fantaseando con situaciones parecidas. De rodillas mientras fregaba el suelo y él la encontraba sin bragas alguna vez, aunque sentía que él deseaba verla con sus sensuales bragas en aquel culo soberbio e intenso al entrar en su casa. Abría un poco más las piernas y balanceaba el cuerpo hacia adelante mostrando la muselina transparente hincada dentro del coño con el pubis abultado por el deseo. El le apartaba las bragas y le recorría la vulva con la lengua, mordía el clítoris rígido y seguía chupando hasta alcanzar su agujero virgen, lamiéndole con vehemencia antes de clavarle la polla dentro del culo de un solo empujón. Se corría al imaginarlo, se frotaba el clítoris hasta correrse a chorros sobre las sábanas caladas de orina y flujo.

Y Magda cogió el fusil. Deseaba soltar la toalla pero necesitaba estar segura de que con sus 45 años,sugestionada con la edad de la invisibilidad, siendo un pibón petable como era,su ya veinteañero sobrino seguía deseándola. Abrió los ojos y miró al chico. Tenía la polla fuera del pantalón. Desatendió la toalla que mantenía a la altura del ombligo y liberó un desnudo integral tremendo de lúbrica mujer madura, viuda por convicciones que demanda la estabilidad mental anulando un conjeturado abandono que la desolaba interiormente, destrozada y sin sexo pleno durante quince largos años. Se arrodilló lascivamente fuera de la bañera y se metió la oronda polla en la boca lamiendo con la lengua, chorreando una saliva libidinosa y consiguiendo encajársela en la garganta provocándole un espasmo que le recorrió todo el cuerpo hasta escuchar el flujo que se escapaba de su vagina empapando los dedos de su sobrino que tiraba por detrás de los labios y de un clítoris vibrante y abultado. Le mamó la brillante verga hasta que se corrió en su boca tragándoselo todo. Le cogió de la mano y le dijo al oído: Ven, te enseñaré como follar a una mujer madura en su cama. Con el alma gateando, inyectada de almíbar de jengibre y clavo, le rogó que se contuviera un momento en la puerta de la habitación, que la observase andando hasta llegar a su cama, que mirase como jugaba con su coñito. Exhibió su desnudez, de espaldas, casi serpenteando a cuatro patas en la orilla de la cama, desplegándose el abismo profundo y bello muy despacio. Con las piernas mojadas de flujo resbaladizo hasta la parte de detrás de las rodillas, estremeciéndose murmuró: ven, méteme la polla en el coño sin parar de andar; por favor, no te detengas, empújame y ábreme el alma; orina dentro de mi coño ¡eyacula en mi grieta hijo de puta; ensártame como a una perra! Sabes que sólo puedo confiar en ti... jadeando le ordenaba sus silenciados deseos, le guiaba entre una espiral de perdición sensorial y la sensual invectiva de la palabrota carnal y él se sentía el protagonista en la tierra de los comedores de flor de Loto1.
Habían pasado 9 años desde aquella noche de lujuria en la que quisieron olvidar que él era menor de edad. Todavía siguen follando, cada vez que uno de los dos llama al otro con dos días de antelación que convierten en sublime el morbo de la locura, sin que nadie haya sospechado nunca nada de lo incestuosa de su relación catorce años después.

Reincido, difícil: pretendiendo hablar del tiempo y de la soledad a la que nos aboca ese tiempo no relativizado con el prisma del ensueño, las ilusiones, debido a las circunstancias que no muy luego patentiza que la vida pasa inexorable, y le deberemos, haberla vivido.


1.- Californication.



4 comentarios:

  1. Puédense preparar y conservar sales essenciales de animales de manera que un hombre ábil puede aver en su apossento una arca de Noé entera, y levantar de sus cenizas, cuando assí le plaze, la hermosa figura de un animal, y por semejante procedimiento, de las sales essenciales de polbo humano puede un filósofo, sin caer en ninguna nigromancia criminal, llamar la figura de qualquier antepassado, sirviéndose del rresiduo de su cineración. – Borellus -

    Cada día más, más.
    Besos

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  2. una vez más, la concupiscencia habla de los silencios de la vida.
    Besossssssssss

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  3. Oye, me ha puesto leerlo jajajaja,,,, en serio.

    Que bueno.

    Besos de madura.

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Al hipódromo. La metralleta también.

LOS PLANETAS - DE VIAJE - Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Sevilla 04-09-2024.