Las mariposas que penden de un hilo en las manos de los niños son cometas que bailan en la playa junto al viento suave de la tarde dejando una estela de optimismo en una atmósfera bermeja, de vez en cuando se encuentran en un movimiento simultáneo y siempre contradictorio, almas que jamás debieron juntarse, inaprehensible etapa de la vida en la que fueron reunidas por la violencia de la ley, la norma que transgrede al infinito de lo posible y es asumido, pero nunca lo justifica. Como hay que abrir el presente, el atardecer invita al glamour, entonces hay que emplear la violencia, todo es violento, el cielo lo es y las cometas están debajo de él sobrevolando a otra mujer que ya está libre del cepo más doloroso. A su lado una botella de agua mineral con cristales de nieve Christian Lacroix de Evian, el presente es tomado por la escritura y la música suena sin cercanía sin lejanía, está en el mismo ambiente, hace calor y los chicos con las chicas quieren emerger de la inocencia. La más hermosa del juego de las sorpresas tiene ésta noche una cita y Manuela bebe un poco de nieve mientras saborea lo que del presente se escapa que no es otra que Ella en su mejor vestido francés de )( con su rojo lápiz de labios. La marina donde atracan los yates deja pasar una brisa de aire y se baña en él estremeciéndose, acunando las ondas de su pelo y ésta morena sabe que es feliz; las mesas llenas de caviar, su collar de perlas de Baroda; las navajas y los dueños de la cólera están en su laberinto subastado sin poder salir y en la música de la tarde se puede oír que Ella ya venció a su monstruo y el tiempo acabará por matar a su hermano el Minotauro, cae la noche y en el Santuario bailando brilla la luna dentro de una copa llena de la voluntad del piadoso Möet &... Abraxas.
Es posible tener miedo al miedo, cuando se trata de perder a una mujer, es posible, puedo decir que estoy loco y ahogado de terror, me dan calambrazos. La desesperación y el desasosiego, un reconcomio que se aloja en la espalda del alma y te va cosquilleando la carne hasta que se planta en la cara y te deja agriado el rostro, la mirada y el corazón lleno de dudas, acobardado y vacio de otras inquietudes. Expuesto, totalmente atrapado por la contrariedad y con la indignación hecha bilis, quedas por completo anulado, ciego; eres un detrito que siempre está fuera de cualquier lugar, tirado en la puerta del Sínodo de Pistoia (aún menos vale uno). Sólo Ella y su escarmiento cuelgan de mis gafas de sol, puro Jansenismo, Manuela es la negación del estado de naturaleza pura, me “abraxas” la vida entera; es un tipo de culto que pronto dejaré de practicar, recorrer su exuberante cuerpo casi me está ya prohibido, tengo que beberme su imagen espiritual y onírica creada por mi, tensionar mi dialéctica entre la razón y mi fe de volver a verla bailar de nuevo en la Costa Azul, en el bar de Pierre Lost que está construido sobre las aguas del Mediterráneo, frente al paseo de los ingleses de Niza. Si, quizás ésta noche alcance amanecer en la Riviera francesa junto a mi cadáver. El reparto de desolación proviene de mi, de mis noches sin ella, de mi desidia y prepotencia, siempre buscando eternas melenas fuera de su cama, y hoy, tengo que arrastrar mi sentimentalismo barato, mi fábula lírica de borracho que desentona bajo el puente con una botella llena de serpientes, Mamba, un veneno que me ciega por completo los sentidos al verla bailar en la terraza de Lost, el cuerpo de una mujer que fuera de mi dominio, egoísmo pueril, me arrebata el alma, y mi sexo que durante tanto tiempo se creyó importante, despreciado cuando lo creí adorado ¡pobre de mi! su piel morena rozando al joven que se llama lujuria de la belleza, no alcanzo a ver sus tobillos, sus piernas libidinosas y voluptuosas de muslos rodeando a la noche con nombre de varón, sus vibrantes pezones en las puntas, su boca entreabierta me voltea el estomago, sus ojos enormes y verdes sólo consisten en invitarle a Él a los deleites de la carne y a mi una invitación al vicio del odio; enfermo de deseos levanto la mirada del suelo y la beso en mi locura como lo hace Febo de Negroponte, la huelo como Grenouille la Rana, mi drama humano soy yo y un cobarde no tiene impulso y un cobarde no es un símbolo estético, y moriré al romper el día, y los rayos naranjas me dirán que he de morir como la amé, con crueldad: crux theologorum, Libertad y Omnipotencia de Dios clama un ateo, para que condene a todos mis enemigos y me salve yo, con champagne, con una sola copa llena, la mía, con el diablo BAILAR... ¡¡ ABRAXAS !!
No es aún mi momento de retiro en Lawrence, ni de dejar de mover mis tabletas de codeína; las estadísticas están para romperlas y las posibilidades son muchas. Mi corbata negra, mi camisa blanca y mis zapatos Ferragamo; pétalos de muñecas perfumados en mi cartera de piel de bicho protegido, mi sacacorchos preferido en la botella del Vega robada, con el pulso acelerado y las tripas de un mal cabrón las veinticinco horas que puede durar el día, no te miento si te apunto que puedo contar hasta treinta y seis horas en uno solo. Estoy de pie junto al coche de otro y con la música en otra parte; ayer la vi, fue al entrar en casa, tiene un apartamento en la parte alta de la ciudad, llegué con éste coche robado, estaba a cuatro patas lanzando pequeños gemidos, casi pregunto por el dolor, puta, textura de la piel, la agarraba de las muñecas tirando de ellas con ritmo mientras ella templaba ese culo que me vuelve loco, tenía una erección potente, torcida, era enorme la polla de aquel perro jadeante. Se la metió de un solo movimiento de caderas, cerré los ojos al oír su grito, agarré mi pistola, mi propia erección, y la Cold Stainless 9, pero di un paso atrás; ahora se la follaba con violencia, le daba sacudidas vehementes y ella se retorcía, en arrebatos locos recorriendo la verga del bendecido con suerte aquel, me quedé mirando un poco más, se la metió por detrás, despacio la polla entera en el recto de ella, se lo pedía a gritos; a mi me costaba convencerla, tenia que hablar de ello tres días antes, acostumbrando a sus tetas a no ser visitadas. Era la misma escena que el Cordell de Mosley vio cuando decidió matar a Fry, pero era mi novia, y el hijo de los cuernos era yo, casi me mareo de pensarlo; yo quise matar a los putos Fry y Cordell, que les den, me gustaba la negra y ahora entraba el sol por mi puerta de atrás, jadeaba como una maratoniana la puta, me solté un poco la corbata… Me aleje de la pesadilla aquella: mi novia abierta, y yo un asesino; pero salí de allí con la picha dura, casi me vuelvo para ver como la follaba, el morbo o su puta madre, cerré la puerta, otra asquerosa causa pendiente.
Y son las seis de la tarde y Jose sin venir, me reclino sobre la puerta del coche, ésta mañana no salió bien lo del banco, demasiados nervios sin cocaína en mi pellejo y Ella con la puta adrenalina por las nubes, no se pone pero necesita el dinero y sé que le gusta esto, preparar la cosa, notar los nervios en el estomago sólo de pensarlo, entrar en la sucursal “la flores exquisitas” llenas de pasta y sentar a todos en el suelo, sin gritos, en una orden, las recortadas mandan, lo saben y Ella se mueve como una posesa dragona al sol, lo noto en su forma de moverse, de mirarme antes de entrar con los ojos abiertos por encima de las cejas, relamiéndose de la subida de adrenalina. Una niña pequeña, un bebé, lo estropeo todo al empezar a llorar, Jose no puede con eso, le bajó el uniforme, el pasamontañas se le arrugó y mi escopeta hizo el recorrido de vuelta, la tenía casi fuera del saco, con un ligero movimiento me dijo que no, yo lo supe antes, salimos y al coche, lloraba del subidón; se lo dije _ eres una puta sentimental de los cohones. Sí, decía. _ Ya lo sé joder.
Sigo esperando, tarda un poco pero aún está bien la hora taciturna; seguro que está con Martin, es su mejor amigo, de los autenticos, contándole lo del banco. Él no quiere saber nada de esto, es un tipo legal, pero si sabe en los corrales arrabaleros que andamos, el lodazal; después cuando me ve de gentleman me sonríe, cosas del oficio, no se puede ser un calavera todo el tiempo, ya lo dijo Boniato: en el comedor, seis tenedores; en el infierno diecisiete escopetas y un ladrillo para sentarse a descansar.
Me estoy calmando a tragos, los mismos que me bajan por el gaznate con sabor a Nolotil, me tomé dos ampollas en medio vaso de agua, amortiguan mi agresividad pasiva y no pienso en lo de ayer, ahora tampoco, las manzanas volando por el luminoso cartel de la joyería me lo impiden y el dulce amargor es tibio; la vecina de mi madre tiene cincuenta años en la flor de su vida, nos conocimos una tarde cuando tendía las ropas recién sacadas de la lavadora, quería conocerme, éstas chorreaban pues ni centrifugado les propinó; me saludó con las pestañas, tiré el cigarro para no parecer mal educado y le dije que tal? Pues fue su maravillosa falda de cuadros moldeando su espectacular culo de mujer en faltas de dos colores la que me contestó, me alzo un poco más sobre el coche, la mano izquierda en el bolsillo, yo guardo para la izquierda y me toco, y me hago un cine flipando como le cubrí el clítoris con un poco de coca y se lo acaricié hasta ponerme el dedo arrugado como una pasa dentro de un baño de agua, los gritos de la guayaba se los mordí con mi oronda poll…. Alguien me toca el hombro ahora mismo, abro los ojos y otro goterón me resbala por la garganta aplacando la escena de mi novia emperrá con el de Archidona.
_ ¿Éste coche es suyo? Me pregunta el tipo mientras me enseña la placa de inspector de policía; algo que yo sabía, un coche robado es útil trece horas, después es un gato negro. _ No, le contesto recogiéndome el pantalón abultado por las pinzas, no es mío el maldito coche; estoy esperando a una amiga y me apoyé en él, eso es todo. Claro que no me creyó, quería saber que demonios estaba haciendo frente a la joyería tanto tiempo, que si esperaba al cómplice, me soltó el bolindro cascado éste. Se fue para la joyería y el dueño de la misma, que le había llamado por teléfono, se le notaba en la carita de diamante opaco que tenía, ya le esperaba en la puerta, hablaron un momento y vino de nuevo para mi coche robado.
_Tiene que irse usted de aquí ahora mismo, soltó. Ya, y usted también.
_Le doy cinco minutos.
_ ¿Para qué jefe, en cinco minutos podría ocurrir todo?
_ Déjese de decir chorradas, tengo que atender un asunto muy importante, quiero que se largue de aquí, y eso hará.
_Bien bien, vaya usted a su casa, su esposa no creo que esté en malas manos. Me da un rodillazo en lo que hasta hace un momento estaba vivo y se larga, no sin antes murmurar que se queda con mi cara. Doblado veo llegar a Jose, al menos no ha visto nada, gafaría el plan. A los trabajos hay que ir con el alma en positivo, tragando otro goteo de fármaco me pongo muy filósofo, no pienso en nada, pero a metafísico creo que no hay quién me gane.
Por fin llega, lo sabía, viene de verlo a Él, trae los labios pintados de negro rabioso y masticando chicle, y me está sonriendo desde lejos aún, me llamará cabroncete y le contaré mi nuevo plan. Viene con el enano enganchado a la gaseosa de P. Tinto, un gorrón marciano que se llama Kas, no le doy una patada nada más llegar por que será nuestro chófer; llega y me llama monstruo el idiosincrásico éste, Jose me da un beso casto, así que de mala leche otra vez, treinta horas al día no hacen daño, pienso en la cara del Eastwood, siempre en la brecha mi mala imaginación, las ampollas en el estomago suprimen a las mariposas del acojono y al subirnos al coche el cafre pequeño se da un eructo que ni en la película, le miro con desprecio y se muere de la risa, mejor no recordar a mi novia otra vez, me acomodo en el asiento delantero y explico el plan con los sentidos abotargados que hacen que el dichoso trabajo me suene a gloria bendita de esquinas meadas.
Vamos en la dirección del picadero más peligroso del Madrid de Marta Sánchez, mancharnos los zapatos italianos me impone, pero es la única salida, y mira que me da no sé qué, un tipo con clase como yo en las aguas quietas de los charcos, cuando miro a todos por encima del hombro, como encabronado por no tener lo que ellos tienen, al menos una amante no puta; pero ahora no importa tampoco esa vaina, todo va sobre ruedas.
_Jose, sacamos las recortadas que impresionan más a los chorizos éstos, deja la pistola en el auto. Conozco la contraseña para entrar, hoy llega una buena comanda de blanca y el Brasas está cargado de dinero, nos llevamos todo lo que podamos ¿De acuerdo?
_ Si, hombre, no pasará lo de ésta mañana, seguro, ahora estamos en racha, nunca desperdiciamos dos trabajitos, lo sabes muy bien, así que nada más, entramos y tu hablas, yo cojo la mierda y el parné, no “problem”
_ Deja de hablar en ese idioma, le suelto, no quiero malas interpretaciones coño.
Se sonríe y me explosiona una pompa de chicle en la cara, treinta y dos horas, joder, la miro y está buena Jose, ¿Sexo con Jose? No lo sé, ella siempre me dice lo mismo, vete al carajo, no profundiza. Si lo hacen las ampollas, me tomo un valium 10 mg. para no dudar en el gatillo de la escopeta y se lo vuelvo a preguntar, me estampa otro globo con olor de bazooka ciber chicle y miro para otro sitio, es de noche. Entraremos cuando esté la bombilla de la fachada encendida, el tío la tiene puesta encima del número de la calle, es una casa de una planta, esa es la señal: Apagada, no entres; encendida: No hay moros en la costa... Y los narcos vienen con la carga, cogen el dinero y se largan, debemos entrar antes que ellos. Jose, ya sabes, te pegas a mi espalda controlando hasta las moscas y entramos de un tirón, y tu mamón gaseoso... (no sé por qué no te traes la próxima vez al Usillos chica, le digo a Jose, anda que cuándo en otra, mira que venirte con éste herniado, y después más tacaño que una rata, no da ni ostias y hoy se va a llevar una cuarta por el morro), deja de sonreír loco, tu mantén el coche arrancado, salimos del Brasas y nos largamos plantando monos. Carga los cartuchos chica y toma el pasamontañas, tira el chicle, toma uno nuevo, dame un trago.
La espera se hizo larga, dos horas de Seroxat 40, risas del microscópico mamón y Jose meando en la trasera del coche para mi desesperación y puro placer del marragatos chófer. Por fin se encendió la luz empujada en el casquillo blanco y nos fuimos para la entrada. La casa estaba resguardada de la calle principal por una pared de media altura que no dejaba entrever casi nada de la fachada, sólo la parte superior, la bombilla, era el diseño. Llamamos a la puerta marrón y yo estaba sobre lo cierto, esperaban noticias blancas; nada más descorrer el pasador di un empujón sobre la madera portal y el Brasas, estaba solo, cayó boca arriba con los ojos muy abiertos y las manos pidiendo una explicación:
_Calla, ni se te ocurra gritar, levanta y anda. La mesa estaba llena de tabaco, de plásticos y dos navajas que rápidamente me guardé en la chaqueta. El gordo, nervioso perdido, miró una cartera negra que había en el sillón, era el dinero, se sentó y la cogió. Le dije que me la diera; Jose detrás cerrando la puerta. Anda gordito feliz, dámela; la dejó caer junto a Él en el suelo, en una banqueta detrás de la mesa estaba ya la cocaína, un saco de un kilo al menos, llamaron a la puerta y mi escopeta soltó un cartucho de plomos que fueron a incrustarse en la pared del arco que separaba las dos estancias, un ruido sordo me sacó de los valiums, _ Jose, coge tu la bolsa, vamos, yo aguanto al que quiera entrar; ahí, en el suelo, coge el dinero, la bolsa de cocaína y nos largamos pegando tiros.
_¡Ya! me gritó, ¡Vámonos! Abrí la puerta y no había nadie, salimos corriendo y nos metimos en el coche ¡Arranca de aquí, venga! A toda pastilla por el barrio de la muerte, el fango en la distancia, me intentaba relajar, Jose descolorida, follable, con los labios llenos de sabrosa saliva de mujer limpia, empezamos a reír, yo la primera vez en dos días, Ella, no había parado de hacerlo en las mismas horas.
Déjame ver lo que has cogido, dame. Sólo tenía una mariconera vacía en las manos, dejamos de reírnos, no pudo alcanzar la cocaína, el gordo se lo impidió en el último momento y de las dos carteras que había en el suelo, cogió la que no tenía nada, me puse de color verde y pálido como una vomitona de leche, la miré y el enano riéndose. No sé lo que le dije, perdí la noción de todo lo que me rodeaba. Ella hablaba de novios muy legales, que me partirían la boca si no me callaba de una puta vez, me enseñaba la foto del último novio que me partiría la cara si no lo hacía, era el mismísimo cabrón que se follaba a mi novia por las tardes, yo berreaba; fuera del coche me dio una patada en los mismísimos testículos, dejó los huevos atrás, caí al suelo y el enano me meó toda la espalda descojonándose de la risa; no le dije nada del putón que tenía por novio, cada uno es feliz a su manera y yo como pude me levanté y me fui a casa de mi novia, un verdadero tipo con clase, a llorarle un rato.